martes, 6 de noviembre de 2012

Catalina


Aún recuerdo esa última semana de abril de 2010, cuando un amigo de mi madre, Joaquín, nos preguntó que si queríamos un gatito. A mi hermana y a mí se nos iluminaban los ojos de pensarlo solamente, pero mi madre no quería saber nada del tema, su NO era rotundo.

Pero una tarde Joaquín nos monto en su coche y nos llevó a una casa en el campo  (en las Jaras de Córdoba) donde una mujer nos abrió la puerta donde estaban los gatitos que había tenido su gata, el hijo de la mujer, de unos 8 años de edad, nos trajo a Cata, nuestra gatita. La madre nos preguntó que si habíamos traído algo para traerla, nosotros dijimos que la llevaríamos en brazos y nos dió una pequeña toalla verde oscura de manos, era de publicidad, de la marca de cerveza Carlsberg, no sé muy bien por qué pero su hijo se enfadó porque no quería darnos esas toalla, pero la madre insistió… y en esa toalla nos llevábamos a Cata.

Si Cata, de Catalina, pues mi hermana y yo viendo la película de “Manolito Gafotas” nos llamó la atención el nombre de la madre de Manolito, Catalina, y la llamaban Cata, sonaba bien, nos gustó y se lo pusimos a nuestra gata.

En cuanto llegamos a casa mi hermana y yo, fuimos corriendo llamando a mi madre, estaba en la cama acostada, le dijimos “ya tenemos a Cata”. Ella apenas se giró a verla, aún no se creía que la tuviéramos. Esa tarde recuerdo que estuvo en mis piernas, encima de las enagüillas blancas que me tapaban, yo veía gran hermano. Esa noche durmió en la mesita de noche de mi hermana. La mesita tenía miles de cosas por medio que se dejaba mi hermana, pero ella se las apañó para hacerse un hueco sin tirar ni una sola cosa…
y entró en nuestras vidas, entro tanto que era una más de la familia.

Una vez estábamos en casa,  y yo sentado en una silla mecedora y Cata pasó y le pisé la patita sin querer. Se nos saltaron las lagrimas al verla cojear, e instintivamente y sin dudarlo dos veces, fuimos corriendo al veterinario de urgencias (era al medio día), recuerdo que cogí mis ahorros y mi hermana y yo fuimos corriendo. Afortunadamente no había nada roto, le vendaron la pata y todo bien. Desde ahí comprendimos que Cata era “nuestra niña” y que íbamos hacer muchas cosas por ella.

Un verano, nos trajeron a Mimí, la gatita de Joaquín (él se iba de vacaciones) y Cata no la recibió bien, era su casa y no estaba dispuesta a que otra gata invadiera su territorio… así que estaban todo el día peleando, tan pequeñas ellas y las teníamos que separar, aunque más de una vez se quedaron juntas dormidas… en ese momento nos dejó un poco claro que ella no era amigable con otros gatos, y que su casa, era su casa.
No pasó mucho tiempo cuando, una noche, estábamos jugando mi hermana y yo, y mi madre se fue a cenar con su amiga Auxi… pasaban horas y no veíamos a Cata por ningún lado, hartos de buscar y desesperados llamamos a mi madre y le contamos. Aún me sorprende la reacción de mi madre: dejó su cena y sin pensarlo se presentó en casa muy rápido. No sabíamos muy bien que hacer pero necesitábamos estar los tres y buscarla… y de repente unos miau y voy yo y digo “se escucha como si estuviera dentro de la pared” y mi madre contesta “! el cajón!” Y efectivamente, al abrir el cajón salió nuestra pobrecita que se quedó atrapada, y sonreímos. Mi madre al sacar un mantel, Cata se metió corriendo, y no se dio cuenta al cerrar el cajón.

Otra noche singular con Cata, fue cuando se salió a la terraza y cayó al balcón del vecino del tercero (nosotros vivíamos en un cuarto). Ella lloraba y rápidamente fuimos al vecino para poder cogerla en su casa… la sorpresa fue que el vecino estaba de vacaciones, y tan sorpresa. Rápidamente nos pusimos a pensar e ideamos un sistema de recogida a base de una cubeta con una cuerda, así que bajamos la cubeta hasta Cata pero ella se negaba a subir, probamos con su trasportín y nada, no había forma de meterla. Al recordar las series americanas donde los bomberos felizmente rescatan a los gatitos de los árboles dije: “¿y si llamamos a los bomberos?” mi madre y mi hermana dijeron que eso nos iba a costar muy caro, yo insistí: “llamo y pregunto” y así fue, llamé y le explique la situación y pregunté si iba a costar algo, y los bomberos me dijeron algo así como “iremos encantados”. Y vinieron, y no como en las películas americanas que ves a un bombero rescatando a un gatito, no, ellos vinieron con su súper camión de 6 ó 7 metros de largo. Bajé a indicarles donde estaba el balcón, de repente todos los vecinos alterados “¿qué ha pasado? ¿Dónde hay fuego?” y yo con una risa picarona. Subí de nuevo a mi casa para ver el rescate… cuando me asomé del balcón y se bajaba un bombero, y otro, y otro, al menos 10, toda la gente curioseando, un espectáculo digno de ver… y empieza a subir un bombero por la escalera mecanizada desde el camión hacia arriba, coge a cata y alzando las manos hasta subir a nuestro piso  mi madre alargó las manos,  el bombero también hasta que Cata quedó en brazos de mi madre, un momento que nunca se me olvidará. Mi hermana y yo bromeábamos que parecía la escena de Romeo y Julieta. Pero una vez más Cata estaba a salvo.

Le encantaba meterse debajo de las sabanas con nosotros en invierno. Se acercaba a nuestra cabeza y nos indicaba que quería que le abriésemos, levantábamos la sabana con la manta y la colcha y ella entraba hasta los pies y allí se quedaba… cuando ya estaba muy calentita se salía corriendo. No sé aún como aguantaba tanto debajo.

Una mañana temprano que nos levantamos para ir al instituto, fuimos a saludar a Cata, pero no estaba, en pocos segundos nos recorrimos toda la casa buscándola, un instinto nos dijo que bajáramos a la calle por si se había caído o algo, no recuerdo muy bien si bajé yo o mi hermana, pero Cata estaba en una esquina, se había caído (o la habían tirado, tema del que no voy a extenderme) tenía como sangre en la nariz, pero estaba bien, andaba bien, y se alegraba mucho de estar en casa. Solo fue un susto amargo, pero estaba todo bien.

Y era nuestra niña, y la queríamos, hasta la bautizamos, jugábamos con ella. Le encantaba que le tirásemos gomas del pelo, y ella las traía para que se las volviéramos a tirar, tal cual perrito. Era única, especial, era nuestra, éramos suyos. Era enfadona, nos arañaba muchas veces, era señorona, delicada, li mpia…
Hasta una vez cuando yo estaba estudiando en Almería,  y mi hermana y mi madre con Cata en Córdoba, lo pasé fatal. Una persona “innombrable” por una discusión con mi madre… le tiró un cubo de pintura a Cata y la tuvieron que llevar al veterinario y no quedó más remedio que raparla “a cero” para quitar toda la pintura de su cuerpo. Un “show” más con ella y verla sin pelo tan graciosa, alegrándonos de que al menos estaba bien.

Y pasaban los años y por circunstancias de la vida mi madre se fue a vivir a Tarragona, y ya no la veía. Cuando venía a visitar a mi madre, Cata era muy arisca conmigo, no sé hasta cuando recuerdan los gatos, pero no me quería mucho, aunque siempre he insistido y le he metido algún beso cuando he podido, aunque me bufara. De todas formas ya era mayor, y no quería tantos juegos, era más tranquila y no quería follones. Cuando mi madre venía a verme a mí y se dejaba a Cata en Tarragona, ella se enfadaba, comía menos y se meaba en todos sitios, mi gata pensaría “para que no te vuelvas a ir y me dejes sola” porque a ella no le gustaba estar sola, siempre había estado acompañada de nosotros, y en los últimos años de mi madre, todo lo hacía con mi madre.

Y por otras circunstancias de la vida mi madre tuvo que marchar de casa sin Cata, durante un mes, aunque estaba Salva (la pareja de mi madre) Cata a penas comía y estaba triste. A la llegada de mi madre Cata pareció que se recuperaba.

Y por más circunstancias de la vida volví a vivir con mi madre, y con mi gata…y tuvimos que adoptar a la gata de mi tía y a sus recientes gatitos que había dado a luz.

Y eso a Cata no le gustó
No le gustaba de nunca
Y lo sabíamos

Pero los gatitos pequeños traviesos no entendían y entraban y se comían su comida, hacían pipi en su bandeja, dormían en sus sitios… y Cata no quería eso.

Dejó de comer

Como ella estaba gordita, incluso yo me quejaba, le decía a mi madre “como la tienes tan gorda”… no me di cuenta que perdía peso de manera acelerada. Mi madre sí y me lo decía, pero no le hacía caso, no le hacía caso. Decía una y otra vez “esta gata no come” y yo pensaba que se refería a que no comía como antes…

Pero dejó de comer y… estaba yo en mi cuarto tumbado viendo una serie cuando mi madre entró de repente, entre lagrimas diciéndome “y decías que mi gatita estaba bien” y yo me levanté de un salto y la vi y lloré y grité. Estaba muy mal, no podía levantar su cabecita, no se tenía en pie yo solo decía “vamos al veterinario” y fuimos le pusieron suero, le hicieron pruebas, pero no tenía nada, pero no quería comer. La veterinaria dijo que tenía que estar ingresada, pero mi madre dijo de traérnosla a casa por qué allí tampoco iba aguantar… y le intentamos darle de comer de todas las formas posibles, pero nada. Estaba muy grave. 

A penas podía moverse

Y me fui de viaje…

Y cuando volví ya no estaba, y lloré. Lloré mucho y seguiré llorando. Podría haberlo evitado, estoy seguro y tendré que vivir con ello. Y no me puedo hacer con la idea de no verla nunca más, de no verla en la cama de mi madre, o al lado de router donde ella dormía, o como pedía comida o salía a dar su paseo o como le encantaba estar pegada a la estufa… Y ahora solo es un recuerdo.
Era mi niña, y la quería como si fuera parte de mí. Y se ha ido una parte de mi, y esa parte de mi ya no la recuperaré y siempre tendré que vivir con ello.
Sé que esto solo lo entenderán personas que tengan animales, a mí nunca me han apasionado los animales, pero lo siento así. Cuando tienes uno, es uno más de la familia.



Y hoy hace un mes que se fué mi gatita, y he querido compartir esto.

Catalina 29-03-2000 al 6-10-2012

domingo, 6 de febrero de 2011

Cuidado

No digas todo lo que sabes,
no hagas todo lo que puedes,
no creas todo lo que oyes,
no gastes todo lo que tienes,

porque

el que dice todo lo que sabe,
el que hace todo lo que puede,
el que cree todo lo que oye,
el que gasta todo lo que tiene,

muchas veces

dice lo que no conviene,
hace lo que no debe,
juzga lo que no ve,
gasta lo que no tiene.